7/6/09

Que el tiempo no se pare. Que no me guarde en sus resortes, que no me encierre en sus poros, que no me envuelva con sus desastres, que se olvide de que estoy aquí. Que no me traspase, que no se acelere, que no se decelere, que no haya ningún adverbio que pueda rodearlo, que pase, pero paralelamente a mí. Que no discurra con esa lentitud tan rauda, con esa rapidez tan pausada, con ese antítesis que nunca acaba por fusionarse en mis palabras, ni en mis días, ni en mis noches. Que no riegue más con sus laberintos de llantos los pétalos que aletean en mis mejillas, que no salga más a borbotones a través de cada silencio de cada esquina de cada resquicio de mi rutina, que no me oprima más en sus aurículas que nunca dejan de bombear un porvenir mutilado de mí. Y que pueda arrancarlo en cualquier momento, cada vez que quiera, para enterrarlo por siempre en las pirámides de mis huesos, o en los surcos de mi piel. Que no exista más para mí, que no haya más tiempo ya.